Derrotada su estrategia, el Presidente terminará: ¡Sin gobierno, Sin partido y Sin i
Escrito por la redacción el Lunes 6 de Julio del 2020.

Por  Fernando A. Peña S. / Profesor/Investigador -Politólogo, Coordinador del ODPP/UASD
Resulta incuestionable que la política trazada por el presidente de la República de asegurar un gobierno danilista sin ser el candidato, fue el esquema surgido tras la imposibilidad de imponer su reelección, como fórmula de continuidad en el poder por parte del grupo  que completó 20 años de hegemonía y control peledeista del Estado dominicano.

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Danilo Medina controló el PLD estructuralmente desde el segundo periodo de Leonel Fernández y aunque tuvo que reconocer “que lo derrotó el Estado”, logró imponer una estrategia que debilitó el leonelismo, le impidió continuar siendo el Presidente de la República, se vengó de él y construyó la última fase de la estructura delictiva más poderosa al frente del gobierno, logrando configurar al Partido de la Liberación Dominicana como un aparato corporativo capaz de competir con todo el entramado del poder económico tradicional de la burguesía y la oligarquía dominicanas.

Juntos, pero a fuerza de traiciones recíprocas, reconformaron la estructura clasista del poder de facto, construyeron, operativa y funcionalmente, un nuevo grupo económico formal y efectivo, que nació dividido en dos fracciones enfrentadas (la de Danilo y la Leonel), pero que han dependido y dependen, para funcionar y completar su maduración, del control directo del aparato de gobierno.

 

No pudieron completar el proyecto estratégico, sistémico y antinacional, de su diabólico creador, Joaquín Balaguer, que concibió el macabro plan para derrotar históricamente la honradez personal y la concepción política liberal democrática en que se sustentó el profesor Juan Bosch y que había potenciado el influjo popular democrático y de liberación nacional que encarnó, desde la década de los años 60, junto al Dr. José Francisco Peña Gómez.

Aunque la estrategia malvada del fenecido líder oligárquico-trujillista Joaquín Balaguer, concluyó despedazando su propio engendro político (el partido reformista), inutilizando para siempre la organización y el pensamiento liberal del PRD y envenenando para siempre a las “clases medias” con las que Bosch pretendió jugar a la liberación nacional y a la izquierda (el PLD), sí logró alcanzar su objetivo de reencarnar plenamente la tradición oligárquica conservadora, en esas tres formaciones políticas sistémicas. Claro está, tras reducir las posibilidades y capacidades del campo popular y la heroica izquierda revolucionaria, a fuerza de sangre y negación de libertades y derechos.

Ahora, soportada en una estructura clientelar que refiere la más perversa acumulación capitalista en nuestro país, el PLD comienza a desandar su historia, azotado por la furia de un pueblo engañado, hastiado de burlas y ostentación, pero plenamente cargado de odio social, contra una reeditada mafia de grupos intermedios, que generó hoy 5 de julio de 2020, el más directo castigo electoral a Danilo Medina Sánchez, jefe de la urdimbre y presidente-candidato en el cuerpo de Gonzalo Castillo, de la odiosa fórmula con la cual comenzó a cavar, definitivamente, la tumba del PLD, al que había convertido, junto a Leonel Fernández, en una maquinaria tenebrosa, hacedora de multimillonarios inescrupulosos.

Por eso, la masiva reacción de castigo político, no podía dejar pasar el momento para ajustar cuentas con aquellos/as a quienes la arrogancia le quedaba pequeña para engañar y negar derechos, a un pueblo empobrecido, entre vidrieras nuevas y escaparates vacíos, con una hipócrita modernidad, que sólo justificaría que fueran barridos, como en el presente, por “las multitudes delirantes que saldrán del fondo de la historia a glorificarlo… al humano y modesto… inquebrantable acero del pueblo”, como cantaba el poeta guerrillero Otto René Castillo.

Sin una plena conciencia política e ideológica, el pueblo ha expresado, no el rencor a personas y ni siquiera frente a los aparatos políticos pervertidos que han corroído los estamentos institucionales de esta condicionada, mercantilizada, limitada, restringida, hipócrita y en ocasiones obscena falsa democracia, sino el odio social definitivo, por los padecimientos en el rango de lo insoportable, contra la perversidad política hecha gobierno y contra un sistema de partidos subordinados por el dinero, la búsqueda inmoral de oportunidades y el dolo impune como reglas.

Tienen que despedirse ahora, camino de la auto-tumba que han abierto, con los votos más caros de la historia, fabricados a cuenta del patrimonio público y las riquezas nacionales despilfarradas.

Por eso la situación de fondo que sobreviene con la derrota del Plan continuista de Danilo Medina, estará referida y centrada en la pérdida o no del control del PLD, con un Leonel Fernández resurgido y probablemente favorecido en base a los acuerdos pre-electorales con el liderazgo gubernamental entrante, pero al costo de una resistencia feroz de Danilismo que no podrá evadir la presión popular sobre el gobierno, para que en medio del desastre en que dejan el país y de los impactos de una infernal crisis sanitaria, cuyo peor manejo politiquero por parte del gobierno saliente, deja a la nación en la obligación de castigar la corrupción, recuperar el dinero robado y poner freno definitivo a la impunidad, después de tres años de movilización callejera de masas y de un castigo político tan ejemplar como el que se acaba de producir desde una votación inteligente, desde las bases de la sociedad y no de la clase media, que a la ocasión, solo integró sus núcleos más pro-activos.

Conviene a la sociedad dominicana, en la construcción de una transición a una democracia participativa, en un país devastado por las pandemias de la corrupción, la impunidad y el COVID-19, que un gobierno encabezado por el PRM no tome el camino de adocenar las aspiraciones de la gente de poner fin a la impunidad, facilitándole a Leonel Fernández el control de las fuerzas peledeístas diezmadas, en nombre de la gobernanza y la gobernabilidad. Esto obstruiría la inevitable transición política que urge en la vida política dominicana, antes que el trauma y la lógica de ruptura, generadas desde el odio social, barran con las bases estructurales de la desgracia padecida secularmente por las mayorías explotadas.

Mientras, está claro que el resultado electoral, rápidamente examinado y mirando cómo quedan relacionadas las variables nacionales y globales, después de lo acontecido este domingo 5 de julio de 2020, Danilo Medina queda, sin gobierno, sin partido y sin impunidad garantizada.

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